Viento Solar - Oda a Don José Echeverría

De la serie REFLEXIONES – ADENTRANDO EN LA CONCIENCIA

Hoy fue uno de los días más extraordinarios de mi vida. Y empezó con un mensaje de texto trágico: mi mejor amiga anunciaba que su papá, el cual había estado enfermo de cáncer durante meses, se estaba preparando para partir. Como una premonición, mi amigo Simón quien estaba conmigo en ese momento, me recordó suavemente que todos vamos para allá, y que estos momentos son oportunidades para conectar con lo que realmente es importante… sus palabras, sintonizadas con las revelaciones que Mariana nos venía compartiendo hace semanas. Simón me habló de la pérdida de su hijo unos años antes, y cómo haber hecho rituales para honrar su espíritu le habían ayudado a seguir conectado y al mismo tiempo dejarlo libre…

Cuando llegué Mariana andaba recogiendo a sus hijos en la escuela. Estaban sus hermanos, mis hermanos también, y Christian, la compañera inseparable de don Jose a su lado. La cama donde él reposaba estaba contra una pared de la enorme sala de la casa. Habían sillas y sillones a su alrededor, invitando a ser parte del círculo del cual él era el protagonista. Detrás de su cuerpo frágil sumergido en sueño, unos ventanales enormes revelaban un día verdaderamente esplendoroso, donde el juego entre las hojas de las plantas y los árboles, la brisa, las luces y la sombras generaban un espacio ausente de tiempo. La escena detrás de esas ventanas eran como un recordatorio de nuestra unión con el Todo.

Entre abrazos largos y miradas profundas extendí mi corazón a todos los integrantes de esa familia, que conozco hace 26 años y que siento como mía. Me sentía fuerte, lista para hacer de pilar; lista para lo que fuera que necesitaran. Sigilosa, la mencioné a Christian que le había escrito una carta a don Jose, pero que entendía si no era el momento.

Ya para esos últimos días don Jose pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo. Esa era la única manera de que no sufriera tanto, y significa pequeños lapsos de lucidez para poder conectar con él. Estaba sentada en el sillón a la par de su cama cuando se levantó y Christian me invitó a leerle la carta. Sentí cierta resistencia porque no lo quería molestar, pero abrí el pedacito de papel y con manos y una voz temblorosa traté de expresar lo que sentía mi corazón por un hombre con el cual había crecido, por un roble familiar por el cual sentía tanto respeto, por el impulsor del sueño de su hija que ama incondicionalmente y del cual ahora soy parte…

Le dije que mucho de lo que compartió durante nuestras conversaciones filosóficas quedó retumbando en mí mucho tiempo después y me abrió portales; que Viento Solar -su último poemario- lo tengo a la par de mi cama porque me recuerda a la conexión que yo misma siento con la naturaleza y las emociones, pero me permite redescubrirlo desde su perspectiva. Eso... es hermoso.

Y le expliqué como el apoyo que le había dado a Mariana y a todos en Passiflora por seguir ese sueño, había sido un gran impulso para mí de entender que cuando uno tiene claro cuál es su regalo y contribución a este mundo, tiene que hacerlo, que es urgente y hay energía divina guiando y asegurándose que eso que se tiene que dar, se dé. Mi experiencia con Passiflora me inspiró a ser osada con mis propios sueños y ahora estoy viviendo los frutos de esa Verdad todos los días… Le pude asegurar también que esa familia hermosa por la cual veló y se preocupó tanto toda su vida nunca iba a estar sola.

Que me pudiera escuchar y decir “muy bonito” con una sonrisa cuando terminé, se sintió como el más grande de los regalos. Que los familiares presentes se sintieran sintonizados con mi corazón también. Porque agradecer a las personas que han sido importantes para uno es urgente también.

Al rato llegó Mariana con los niños y nuestro amigo Manuel; y conforme fue pasando el día entraron y salieron allegados a él y a su familia; personas de todas las edades lo acariciaron, y agradecieron el haberlo conocido. Noelia y Diego, sus nietos, también abrazaron fuertemente a ese abuelo que ha sido como un padre. Fue un despliegue de amor profundamente conmovedor.

En la noche se le iba a aplicar una inyección más fuerte de la cual era poco probable que volviera a despertar. Aprovechando que era el cumpleaños de uno de sus mejores amigos ahí presente, Christian decidió comprar un queque y hacer de la despedida una celebración. Aprovechamos cuando don Jose se levantó para sentarnos a su alrededor como una gran tribu, comer arroz con pollo, cantarle feliz cumpleaños a su amigo, y entre risas y sollozos repetirle una y otra vez cuánto lo amábamos y que su legado trascendería a través de todos nosotros. A ratos preguntaba quién estaba, y Alejandro o Federico mencionaban nombre por nombre los ahí presentes. Fue vivir la muerte como una celebración; entender a la vida y a la muerte como dos facetas de lo mismo. La fiesta más extraña y más hermosa de la cual he sido parte terminó con Mariana interpretando Un segundo más, la canción que le escribió. Todos escuchamos como en un trance colectivo, las sublimes notas que terminaron con un "bien" de Diego (el hijo menor de Mariana) que estalló risas, y una crítica constructiva sobre dicción de don Jose. Fue absolutamente perfecto.

He estado practicando mucho acudir a mi mundo interior para conectarme con mis sentimientos y necesidades y conocerme más de esta forma. En ese momento noté en mí una apertura total –de mente, corazón y voluntad- a estar disponible a ese momento de profundo duelo y unión. Y en medio de esa experiencia tan intensamente dolorosa y a su vez profundamente hermosa, pude sentir una expansión palpable dentro de mí. Como si mi contenedor interno se estuviera estirando por estar dispuesta a sentir. Y entendí que todos seríamos más grandes después de esto; que estábamos creciendo y expandiéndonos colectivamente. El hilo conductor de la diversidad de emociones y experiencias: el amor.

Agradecí tanto ese momento. Agradecí tanto a esta familia por recordarnos que todos pertenecemos a la familia universal que es la humanidad. Hacer ese duelo en comunidad me facilitó sentir, con cada célula de mi Ser, el significado de las familias extendidas. Ahora el roble central cayó y a raíz de la tierra fértil que sembró crecerán fuertes, determinados y en familia, el colectivo de árboles que a su lado vio nacer.

Por Christine Raine

 
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