Recuperé mi esencia
Hice las paces con mi cabello. Sí, porque desde siempre deseé el de alguien más que al mío. Nunca me gustó, así como otras partes físicas de mi cuerpo, pero esa en especial fue una lucha constante, nunca satisfecha por cómo era.
Miraba las otras chicas sobre todo las de mi edad y les guardaba tanta envidia porque se veía que eran felices con el que tenían y además que no les generaba tanto trabajo arreglárselo.
Hasta hace unos años mantengo a la misma estilista, pero antes de eso, era tedioso ir a un salón de belleza y escuchar: ¡qué montón de pelo!
Uuhhssss que cólera. Odiaba que me dijeran eso porque yo lo sabía mejor que nadie, y no soportaba la idea de que alguien más lo supiera.
O me preguntaban: ¿Te lo has teñido alguna vez? Porque se te ve muy oscuro.
Nunca tuve dinero para algo así de adolescente y mis papás jamás me lo hubieran permitido.
Eventualmente se me presentó la oportunidad, una que en realidad no buscaba a propósito y cambié mi estilo con una asesora de moda, con alguien que sabe porque se especializa en esa área y me podía decir que me quedaría bien y qué no.
Justamente el cambio debía notarse con el cabello porque no es sólo vestir bien y otros elementos, esa parte era importante.
Así que la propuesta que me dieron inicialmente no me gustó y dije: ¡No así no, quiero que sea muy discreto! Entonces me dijeron: ¡pero la gracia es que se note que te hiciste algo, que cambiaste! Y en ese momento no lo comprendí bien y además no estaba del todo segura.
Aun así, les permití cambiarme con una aplicación que “está de moda” la apariencia de mi cabello.
Para mi sorpresa, al día siguiente salvo por unas cuantas personas muy cercanas a mí, la mayoría NO notaron algo diferente. No notaron el cambio.
A las semanas siguientes, en mi trabajo se me presentó la oportunidad de un traslado a otro departamento, con funciones distintas a las que tenía en los últimos dos años. Pues bien, parte de ese traslado incluyó un comentario que caló en mí y me hizo dudar de mí misma. Empecé a creer que realmente necesitaba hacer un cambio más profundo que el de un simple color de cabello (que para peores, ni siquiera me gustó del todo).
Justo en la semana que me trasladaron al nuevo departamento, por esas casualidades de la vida y gracias al marketing digital que existe hoy en día, descubrí por una amiga que le dio “me gusta” a la página: a Conversable, el lenguaje de la empatía. En son de broma me dije a mi misma: ¡Ay Wendy, justo lo que te hace falta según tus jefes!
Me involucré con Conversable por la razón equivocada. No se puede llenar las expectativas de alguien más... y al no entender mi propósito, no hallaba sentido a muchas áreas de mi vida.
Ahora que lo tengo claro, descubrí que tenía descuidada la habitación más importante de mi vida y era la relación conmigo misma.
No es nada fácil conocerse a sí mismo y saber qué se quiere en la vida. Que lo diga yo que muchas veces miro hacia los lados sin saber a dónde dirigirme. Y es porque en ese momento estaba tratando de satisfacer la necesidad de alguien más. Siendo más inteligente, más ordenada, más pulcra, más comprometida con un estilo de vida y que no precisamente es eso lo que me hace feliz.
Soy mujer, soy hija, soy hermana, soy tía, soy madrina, soy amiga, soy compañera y en algún momento fui la pareja de alguien, pero antes de todo eso, no me había percatado de que soy primero un ser humano. Hecha de carne y de hueso, con poros en la piel y con pecas también. Con un cabello que no del todo me hacía sentir bien, pero que era parte de mí.
Y entonces, inicié en ese maravilloso proceso de descubrimiento personal y de reconciliación. Algo que hasta ahora parecía difícil y hasta imposible.
En el taller del Arte de Dialogar, tenía una herida abierta, que generó sin yo quererlo, lágrimas que empezaran a brotar sin que las pudiera controlar. No me sentía lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a mí misma, mucho menos confrontar a alguien más. Además me estaba castigando internamente de forma muy dura. Me decía: ¡Ay Wendy por ese carácter de mierda que tenés lo echas a perder todo!
Logré conectar con el facilitador que me asignaron, quien fue sumamente empático y no me juzgó ni me reprochó que no estuviera participando de la actividad. Me dio el tiempo y el espacio para desahogarme y respirar con normalidad.
Y fue en ese momento de aceptación y escucha, que sentí una especie de iniciación, una realización contundente. Además de entender muchísimas situaciones y experiencias desde otro espacio, descubrí algo que ya poseía y que nunca quise ver ni mostrar por miedo, por vergüenza incluso. No quise mostrármelo ni a mi misma.
Descubrí y confirmé que me importa muchísimo la armonía con los demás, y que la priorizo incluso por sobre la mía propia. Esto justamente, era lo que no me permitía cuidar de mí misma, como sabía que tenía que hacer.
Poco a poco, casi sin darme cuenta, empecé a empoderarme. Me quiero cortar el cabello, me lo quiero pintar de otro color; me quiero alejar de esto porque no me genera bienestar; quiero hacer aquello...
Busqué a una maquillista profesional y le pedí que me enseñara como maquillarme yo solita.
Quiero aprender otro idioma, y también LESCO.
No quiero permanecer más tiempo del que debo estar en un lugar.
Quiero cerrar capítulos de mi vida, pero sin llevarme nada en la maleta más que lo aprendido.
Quiero otro tatuaje. Quiero mi propio espacio. Quiero darle la oportunidad a la verdadera Wendy de vivir.
Increíblemente, esta vez las personas a mi alrededor lo han empezado a notar. Me han hecho comentarios que me llenan de esperanza y me indican que voy por buen camino. Me siento súper realizada.
No sólo me ven bien con el nuevo estilo, sino también, me sienten diferente porque creen que esta versión que estoy mostrando es la verdadera, la Wendy auténtica. Esta soy yo en realidad.
Las paces no son solo con mi cabello, son las paces conmigo misma, y con mi personalidad, que es muy parecida a mi pelo: rebelde, fuerte, tiene luz propia y crece súper rápido.
He obtenido información muy valiosa, y al mismo tiempo he descubierto que ese conocimiento siempre vivió en mí, sólo que confinada en un ático. Quiero compartirlo y mostrarlo al mundo porque no es justo que los demás se pierdan de lo que puedo aportarles.
Quiero seguir en este proceso, que es de nunca acabar pues todos los días habrá algo nuevo que ver y que vivir. No quiero dejarme ganas por la inseguridad. Si algo me da miedo, lo haré a pesar de, pero ya no puedo frenarme más.
Y a mi facilitador le digo: gracias Chino por ayudarme. Espero algún día tener tanta calidad humana como vos y poder transmitirle eso a los demás. Llenás de energía y de luz a los que se te acercan.
Estaré eternamente agradecida con la vida por haberme dado la oportunidad de involucrarme con Conversable y conocer sobre un lenguaje que por naturaleza lo poseemos, pero no sabemos usar.
Por Wendy Navarro