Respondiendo a la vida libre de juicios y demandas
Solía pensar que la fuerza para lidiar con el dolor residía en la capacidad para contener mis sentimientos lo más que pudiera. A pesar de lograr diseñar estrategias que parecían bastante efectivas para otras personas, por alguna razón en mí no se sentían cómodas; y en cambio terminaba sintiéndome atrapado en algo que yo mismo “había elegido...”
¿Por qué? ¿Acaso lo que funcionaba para los demás no podía funcionar para mí también?
Fue entonces cuando identifiqué el concepto de las "auto-demandas"; una serie de pensamientos que me había impuesto en mis procesos de duelo, que no me permitían fluir y me forzaban a responder de formas que terminaban, irónicamente, generando más auto-juicios.
Y es aquí donde experimenté lo peligroso de vivir los procesos acompañados de juicios para responderle a la vida, porque fue aquí donde me enfrenté a las voces del "cómo debería ser", y perdí la libertad de conocer y explorar cómo me sentía realmente. Esas imposiciones que pude identificar provenían de lugares ajenos a mí. No solo no me pertenecían, sino que entorpecían mi proceso para sanar porque en lugar de escuchar lo que se sentía más auténtico para mí, mi interior se convertía en un espacio de lucha y tensión, lleno de etiquetas y juicios que me alejaban del camino que buscaba: aliviar ese dolor.
En mi experiencia, escucharnos con libertad y auto-compasión es el primer paso para transformar los juicios que tenemos sobre nosotros mismos. Esto se logra cuando entregamos nuestra presencia al momento presente. Cuando vivimos de esta forma somos capaces de disolver construcciones y condicionamientos que hemos ido cargando a lo largo de nuestra vida. Existen diversas estrategias pero el proceso es individual: lo que para alguien más es un método de éxito, para uno puede convertirse en una situación que le robe toda la energía.
El dolor viene a mostrarnos partes de nuestra esencia que solo a nosotros nos corresponde sanar. Es una oportunidad para contarnos de nuevo esa historia que silenciosamente nos agobiaba, y transformarla en otra que vislumbre un camino más hermoso para cada uno.
Una vez que el dolor tiene el honor de llamar a nuestra puerta, podemos decidir si le damos espacio para sentarse, escucharlo y entenderlo. Hoy entiendo que no hay fórmula perfecta para lidiar con un duelo, pero me queda claro que la mejor manera de honrar nuestra existencia es respondiendo a la vida con nuestra completa presencia.
Por Gabriel García - Activista de empatía 2a generación