El Espejo Humeante
De la serie FICCION - CONSTRUYENDO SOBRE EL IMAGINARIO
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Yoltic, el que vive desde el corazón, abrió los ojos con el primer rayo de luz que entró a la choza. Su sensación interna era el de un estado de alerta pesado, cargado. Se restregó los ojos y durante unos segundos, se recorrió la cara con la yema de los dedos, como quien se reconoce por primera vez; antes de saltar de la hamaca al piso de tierra y comenzar a andar. Empezaba a amanecer y su familia aún dormía. Mientras cruzó la aldea para dirigirse al río, la neblina que sobrevolaba a ras de tierra empezó a despejarse, como quien le abre camino a una persona importante. La coexistencia entre lo sagrado y lo terrenal era común en esas tierras.
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Cinco días habían transcurrido desde que llegaron los blancos en sus armaduras de metal. Cinco días de incertidumbre habían invadido su corazón, su mente y a su gente.
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La entrada al río era majestuosa y se veía sublime a esa hora. El caudal del agua se movía lentamente pero con fuerza, y los primeros destellos del sol se transmutaban en chispas de luz que se movían inquietas sobre el agua. A la distancia se veía la densa selva cubierta del rocío de la mañana, y un grupo de pájaros que anunciaban el comienzo de un nuevo día mientras atravesaban en formaciones triangulares un cielo celeste.
Sin embargo la mente de Yoltic estaba ausente de paz.
A un costado del agua, había una formación de arena que daba lugar a una especie de nido rodeado de árboles, y que Yoltic desde niño, había adoptado como su santuario. Era dónde se dirigía cuando quería estar sólo, y cuando necesitaba comunicarse con sus ancestros. Al llegar sacó de un matorral una bolsa de cuero donde guardaba algunas herramientas para esculpir, cuerda, una cuchilla y el espejo de obsidiana que le había sido obsequiado por la mujer medicina de su tribu. La piedra negra había sido un portal hacia la dimensión de los ancestros desde hacía siglos, y había guiado las decisiones más importantes que tomaban como tribu, como familia.
Con respeto y cuidado, tomó el espejo en ambas manos, cerró los ojos y pidió ayuda a sus guías. Su primer instinto había sido atacar a esos hombres extraños, alejarlos y proteger a la aldea de cualquier peligro. Pero se habían comportado con tanto cuidado y hasta generosidad, que los nativos sentían curiosidad y apertura, especialmente por las herramientas que traían y que nunca habían visto, y que mostraban deseo en compartirles. Yoltic se sentía desconfiado pero no quería actuar impulsivamente y desde el miedo. Tampoco estaba seguro si lo que creían algunos, del origen divino de estos hombres, podría ser cierto.
Cuando Yoltic calmó su mente y abrió los ojos para bajar su cabeza y mirarse en la obsidiana, no pudo creer lo que vio. Su rostro reflejaba una cara de color y facciones totalmente diferentes a las suyas. Observó fijamente tratando de descifrar aquella imagen hasta que reconoció quien era; el líder del grupo de los hombres blancos. "El espejo humeante!" - pensó.
Puso la obsidiana sobre unas hojas y se dirigió hacia el agua con un entendimiento que trataba de integrar. Estamos sintiendo lo mismo... Somos lo mismo. Con los pies en el agua, pudo admirar por primera vez esa mañana las chispas de luz que hacían de su reflejo en el agua un ser luminoso. Conmovido, se puso en cuclillas y agradeció la claridad. Acariciando su rostro y el rostro de la humanidad en el agua; lo sintió. Un ardor que atravesaba su espalda hasta llegar a su estómago. Un dolor agudo y muy fino que le dificultaba cada vez más la respiración. No alcanzó a voltearse completamente para verle la cara a la sombra que tenía detrás, pero lo pudo tocar y sintió no sólo el metal que cubría su cuerpo sino también las palpitaciones de un corazón asustado. Se tocó el abdomen y al mostrarse su mano vio las gotas de sangre que chorreaban desde sus dedos hasta la arena. Y entonces supo con total certeza, antes de cerrar sus ojos por última vez, que las historias que se habían entrelazado entre ambos grupos cambiarían para siempre y de forma definitiva la historia de la humanidad.
September 18, 2015
Por Christine Raine